Si decimos que lo único constante es el cambio, podríamos también decir que esto no es un juicio, ni una interpretación. El cambio quizás no sea lo único, pero lo que sí no podemos negar es que es algo constante. Y en esa permanencia del cambio recurrente en todo proceso, apareció la oportunidad de cambiar de puesto.
Luego de seis años y medio, iba a pasar del departamento de Operaciones al de Ventas o, más específicamente, al de Desarrollo de Negocios. Mudarme de cargo, esta vez, implicaría mucho más que una simple modificación en mi firma.
El cambio ahora traía consigo modificaciones drásticas; transformación de paradigmas, variación de estructuras, traslado de pensamientos; y con todo eso, se acarreaban mis miedos. El alboroto interno que me generaba siempre cualquier cambio era esperable y, hasta se podría decir que, por momentos se tornaba manejable. Lo que me inquietaba poderosamente era el no saber. Así lo afirmaba, pues así lo sentía: no sabía cómo llevar a cabo mis nuevas tareas.
Superado este período de dudas, pánico y autoboicot, me encontré contenta y renovada. Como quien desbloquea un nuevo nivel en los videojuegos, volví a sentir que me estaba aventurando a una interesante y desafiante etapa.
Comenzaba a enfocar mis pensamientos en la facturación general de cada cliente, más que en las especificidades de cada proyecto. Me encontraba trabajando en propuestas y campañas de fidelización, más que en la calidad lingüística de algún trabajo aislado. Consolidé mis búsquedas gramaticales en la web y perfeccioné mi técnica de redacción. Mejoré mi manera de analizar reportes y exploté mi capacidad de organización y planificación. Dejé de preocuparme por las fechas de entrega, las asignaciones difíciles e, inclusive, por cambios a último momento.
Ahora me veía lidiando con el cliente, en lugar del proyecto. Era un nuevo puesto de trabajo, y yo lo veía como un gran desafío que cada día me gustaba y me ilusionaba más. Afianzándome en el cargo, pude fortalecer mucho más mis habilidades interpersonales. Tener el tiempo para seguir un proceso comunicativo de principio a fin, dedicándole el cuidado que amerita, me llena de satisfacción y placer. Como Project Manager debía responder a cada correo en tiempo y forma, pero aceptemos que en el torbellino de proyectos muchas veces no hay lugar para la pausa necesaria que nos permite crear un mensaje sustancioso y eficaz.
Ya pasó mi primer semestre como Account Manager y agradezco cada minuto trabajado en mi puesto anterior. No tendría las herramientas que hoy tengo si no hubiera estado casi siete años en el departamento de Operaciones. Si bien el cambio implicó muchas modificaciones y transiciones de pensamiento, el haberme formado como Gerente de Proyectos me enseñó los tres pilares básicos: la importancia que tiene el cliente, la palabra acordada y la relación prolongada.